... del 5 al 26 de marzo 2009, durante cuatro reuniones
ISHTAR Y TAMMUZ
La Diosa Madre-Ramera
El Dios Hijo- Renacido

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Módulos mensuales
Coordina: Olga Weyne
Coordina: Olga Weyne
Jueves de 19:30 a 21:30,
En Malabia 2363 17 “D”
En Malabia 2363 17 “D”
Para alumnos y egresados de ambos sexos.
(Se requiere un conocimiento mínimo de lectura astrológica
y concurrir con su propia carta natal o la carta que se desee trabajar)
Arancel mensual: $150
(Se requiere un conocimiento mínimo de lectura astrológica
y concurrir con su propia carta natal o la carta que se desee trabajar)
Arancel mensual: $150
O pago por reunión: 40 $
La Diosa Madre/Ramera – El Dios Hijo/Renacido
La dupla de dioses Ishtar-Tammuz ritualiza el residuo del ciclo. O sea, lo que aún queda por limpiar después de todo el recorrido mandálico, habiendo encarnado en cada una de las fases anteriores, once modos arquetípicos del vínculo masculino-femenino. Este material residual es el combustible que alimentará el siguiente ciclo, el atractor kármico que nos volverá a la rueda, y que la moverá nuevamente en sus doce fases.
Nuestra cultura monoteísta patriarcal, conserva a esta pareja mítica en un lugar oscuro pero siempre fascinante. Casi toda la ciencia de los vínculos humanos se ha centrado, de un modo u otro, en el intento por develar este misterio. Ishtar, la Gran Diosa (Madre y Prostituta Sagrada al mismo tiempo) originaria de la etapa matrística, de raíz caldea, perdura residualmente en nuestros días como la sombra femenina de la humanidad.
Tammuz (Adonis), el Gran Dios que muere y renace eternamente en los brazos de su madre, la naturaleza, quedó subsumido tras el destino trascendente del Hijo de Dios, sacrificado por su propio Padre.
El vínculo terrestre y a la vez celeste entre la Madre-Amante y su Hijo-Amado, fue así culturalmente desactivado de su potencia originaria. El gran misterio de la unión sagrada (el Hieros Gamos) no pudo nunca develarnos su fuerza profunda, porque hasta el presente aún no pudimos mirar de frente el gran mito de la Madre Ramera iniciando en su lecho al Hijo joven y deseable. De la misma manera como el mito opuesto, que hemos jugado en Virgo, nos indica que todavía no hemos podido develar el misterio de la iniciación femenina de Perséfone en manos de Hades-Plutón.
Sigmund Freud, con su reconocida genialidad, tocó por primera vez -en parte- la magnitud de lo que se oculta tras este gran mito de la humanidad. El pudo empezar a ponerle un nombre (aún ligado a la culpa y al castigo) al hechizo ciego que esta dupla de dioses ejerce por detrás de las uniones masculino-femeninas, impidiendo a varones y mujeres salir de la oscura fascinación del vínculo edípico.
En síntesis: podemos decir que el tabú de la Madre como Iniciadora sexual ha estancado sombríamente a este arquetipo. Y así es como desde el submundo, la Gran Madre Oscura con su supuesta autocompletitud, se apodera de las emociones del varón y se adueña del vínculo.
La etapa patriarcal, a cuyos estertores asistimos, encarnó la otra gran polarización, en la cual el Gran Padre no sólo tomó al Hijo para exorcizar con su sacrificio el “temor a lo femenino oscuro”. Además, se transformó en el Tirano que se autodefine y define al otro –básicamente a “la otra”- desde el poder de su mente masculina.
Con esto, nuevamente, uno de los polos ha vuelto a apoderarse del vínculo. ¿Es fatalmente eterno este juego de polarizaciones extremas? ¿La perpetuación de la dualidad y la separación, es el destino inevitable del amor entre los polos?
No lo creemos así... Pero en todo caso, sólo limpiando esta sombra residual lo sabremos...
Confiamos que, una vez limpias las adherencias del pasado a través del recorrido cíclico, empiecen a emerger los aspectos posibilitadores de esta estación pisciana. Ellos tienen que ver con el amor en su etapa de desprendimiento y desapego, y con el sacrificio ritual, resignificado como entrega sin condiciones