
PALAS ATENEA
La Hija del Padre
La Hija del Padre
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Las Diosas de la Luna Llena:
rituales sobre mitos y arquetipos femeninos
Coordinación: Olga Weyne y Clodet García
Co-coordinación: integrantes del programa
Arte y Mandala, de la Red LunaVenus.
El sábado 6 de junio de 2009
de 15 a 19:30 hs.
de 15 a 19:30 hs.
Arancel: 120 $.
En Humahuaca 4267 (entre Gascón y Palestina)
HAY CUPO DE INSCRIPCIÓN
(ver abajo dónde hacer tu reserva, vía mail o telefónicamente)
PALAS ATENEA
La Hija Elegida del
Gran Padre Poderoso
Palas es la Elegida de Zeus, quien la concibió de sí (de su cabeza)
y por eso mismo la amó y la eligió:
por ser la única Diosa que pudo albergar a Logos
en el sagrado cuerpo femenino...
Pero también, es la Diosa que porta en su escudo
la imagen indeleble y terrible de su propia sombra...
La Excluida, la Medusa...
... que sin embargo constituye
la misteriosa clave para su camino de retorno a Eros.
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La Hija Elegida del
Gran Padre Poderoso
Palas es la Elegida de Zeus, quien la concibió de sí (de su cabeza)
y por eso mismo la amó y la eligió:
por ser la única Diosa que pudo albergar a Logos
en el sagrado cuerpo femenino...
Pero también, es la Diosa que porta en su escudo
la imagen indeleble y terrible de su propia sombra...
La Excluida, la Medusa...
... que sin embargo constituye
la misteriosa clave para su camino de retorno a Eros.
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Informes e inscripción:
4-831-6799
(dejá tu mensaje en el contestador y serás contactada por una de las coordinadoras)
O escribinos a cualquiera de estas direcciones:
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Cada arquetipo tiene tanto un lado negativo como uno positivo. Palas es el ideal de la mujer fuerte e inteligente, sin embargo, le falta aquel sentimiento femenino que une a la hija con la madre.
Cada arquetipo tiene tanto un lado negativo como uno positivo. Palas es el ideal de la mujer fuerte e inteligente, sin embargo, le falta aquel sentimiento femenino que une a la hija con la madre.
Es que realmente ¿nunca ha tenido madre? ... La tuvo, pero por lo menos en el origen de su mito, no la recuerda... Ella sólo se recuerda y afirma a sí misma como Hija del Padre Poderoso, el Gran Zeus del Rayo de cuya cabeza nació totalmente armada con espada, yelmo y escudo. Fuerte, inteligente, prudente y triunfadora. Protectora de Atenas, la “ciudad luz” del milagro griego antiguo. Defensora de los derechos masculinos patriarcales.
Sin embargo, sobre su túnica de piel de cabra y sobre su escudo, Palas Atenea lleva la cabeza de Medusa... ¿por qué? Porque es una de sus caras ocultas, su sombra más profunda, su temor más vergonzante. Medusa y ella son el anverso y reverso de una sola y compleja entidad femenina.
Medusa fue una de las tres Gorgonas, originariamente deidades femeninas hermosísimas y venusinas. Era la más hermosa de las tres y, según se cuenta, su pelo negro y ondulante constituia su tesoro más preciado. Quizá fuera una de las antiguas sacerdotisas de las Diosas de la Tierra caidas en desgracia por la pujante fuerza de los nuevos Dioses masculinos. Uno de ellos, Poseidón, dios del mar, se enamoró de ella e hicieron el amor en el templo de Palas Atenea, irritando a la poderosa diosa de la Inteligencia. La hermosa Medusa fue transformada en un monstruo y su hermoso pelo en una mata viscosa de serpientes venenosas. Con su mirada de aspid, de allí en más se dedicó a matar a quien se acercara a su cueva.
Nos dice Marion Woodman en “Adicción a la Perfección” (uno de los textos más inspirados sobre el camino de retorno de Logos a Eros, en la individuación femenina) que las modernas Palas surgidas de las frentes de sus padres, no necesariamente son mujeres liberadas. Muchas de ellas han probado más allá de toda cuestión que son iguales o mejores que los hombres: excelentes médicas y terapeutas, excelentes mecánicas, excelentes investigadoras, excelentes consultoras de negocios. Pero, también son, en muchos casos, mujeres infelices. Tan infelices como la desdichada Medusa, aquella maravillosa Venus condenada a la cueva oscura.
Ocurre que, separada de la sabiduría del cuerpo femenino, la Hija del Padre está congelada. Hasta que Medusa no vuelva a ser Venus y reconcilie su sabiduría erótica con la poderosa mente de Palas... ambas simbolizarán meros fragmentos de la psique femenina.
Medusa fue una de las tres Gorgonas, originariamente deidades femeninas hermosísimas y venusinas. Era la más hermosa de las tres y, según se cuenta, su pelo negro y ondulante constituia su tesoro más preciado. Quizá fuera una de las antiguas sacerdotisas de las Diosas de la Tierra caidas en desgracia por la pujante fuerza de los nuevos Dioses masculinos. Uno de ellos, Poseidón, dios del mar, se enamoró de ella e hicieron el amor en el templo de Palas Atenea, irritando a la poderosa diosa de la Inteligencia. La hermosa Medusa fue transformada en un monstruo y su hermoso pelo en una mata viscosa de serpientes venenosas. Con su mirada de aspid, de allí en más se dedicó a matar a quien se acercara a su cueva.
Nos dice Marion Woodman en “Adicción a la Perfección” (uno de los textos más inspirados sobre el camino de retorno de Logos a Eros, en la individuación femenina) que las modernas Palas surgidas de las frentes de sus padres, no necesariamente son mujeres liberadas. Muchas de ellas han probado más allá de toda cuestión que son iguales o mejores que los hombres: excelentes médicas y terapeutas, excelentes mecánicas, excelentes investigadoras, excelentes consultoras de negocios. Pero, también son, en muchos casos, mujeres infelices. Tan infelices como la desdichada Medusa, aquella maravillosa Venus condenada a la cueva oscura.
Ocurre que, separada de la sabiduría del cuerpo femenino, la Hija del Padre está congelada. Hasta que Medusa no vuelva a ser Venus y reconcilie su sabiduría erótica con la poderosa mente de Palas... ambas simbolizarán meros fragmentos de la psique femenina.
Mientras las mujeres nos sigamos identificando polarizadamente con el poder del Gran Padre Poderoso (originando Amazonas triunfantes pero disociadas) o con el poder de la Gran Madre Oscura (generando Medusas femeninas pero impotentes) deberemos responsabilizarnos por el matriarcado basado en el principio del poder subterráneo, que produce un patriarcado adolescente.
Mientras no volvamos a juntar en nuestras psiques Logos y Pathos, inteligencia femenina e intuición profunda, nosotras y nuestros compañeros masculinos seguiremos destinados al desencuentro.