viernes, 22 de abril de 2016

TAURO

La energía de Tauro: de la irradiación a la acumulación (de la energía a la masa)

Cuando miramos desde nuestra habitual -y distorsionada- perspectiva, en general suponemos que la explosión ariana tenía posibilidades de seguir un camino lineal a partir de su irrupción. Sin embargo, la fase taurina revela una necesidad básica de la energía: la de lentificarse y acumularse a sí misma. Dicho de otra manera: si la Vida siguiera siempre en “el modo Aries” iríamos de explosión en explosión pero ese estado de velocidad, luminosidad y calor continuamente crecientes impediría cualquier proceso porque lo irradiado, apenas manifestado, se disiparía sin dejar huellas.

Tauro es entonces la fase donde -para que un proceso dure y persista una vez iniciado- la energía necesita adoptar una “actitud” fundamental: dejar de manifestarse libremente para empezar a autoacrecentarse, a hacer acopio, a tener reservas de sí misma.

Por necesidad, entonces -porque de otra manera el proceso no tendría continuidad- la energía se pone en este paso muy lenta, revelando un mínimo de despilfarro y un máximo de contracción. Para facilitar este registro podríamos decir provisoriamente que el pasaje desde el estado de energía pura al de masa está contenido en el momento mismo de la manifestación. O sea que el momento inicial de explosión de la energía –Aries- conlleva una inercia implícita, que necesitará manifestarse más adelante. Dicho de otra manera, la inercia sólo se percibirá cuando la energía haya devenido en masa. En esta fase, la masa “porta” la energía ariana acumulada en estado potencial, lo que nos dice que la polaridad activa de Aries y la receptiva de Tauro están mutuamente implicadas.

Este signo expresa, por lo tanto, el momento en el cual la materia “oscura” revela la energía latente en su interior. Es la fase que nos habla de la materia como fantástico depósito de energía, el símbolo de la Tierra en la expresión máxima de su fuerza. No debe sorprender que el 22 de abril -día posterior al arranque de Tauro en el Zodíaco- haya sido elegido desde hace unos años como el “Día de la Tierra”. Esto es propiamente Tauro: la expresión arquetípica de la vida pura que está allí para ser gastada, aunque ella misma no se gaste nunca.

En los términos de la física contemporánea –y en analogía con lo zodiacal- Tauro es equivalente al principio de la masa y de la resistencia. Es energía potencial así como Aries es energía cinética. Por ello, en los puntos máximos del dibujo del signo aparecen el peso, la inercia, la concreción, la lentitud, el crecimiento. Tauro es la lentificación necesaria para que aparezca la materia como potencialidad, como materia prima. Recién en otras fases del Zodíaco esta materia resultará elaborada y se presentarán las formas, con su enorme variación. Pero para que advengan estas fases se requiere un enorme depósito de materia, de energía quieta, que permita la aparición de procesos estables.

Entre energía y masa, por lo menos desde el punto de vista einsteniano, hay una intrínseca relación que depende de una constante: la velocidad de la luz. Esta regula la oscilación entre dos estados extremos: todo radiación o todo masa, todo explosión en un máximo de luz; o pura masa inerte incapaz de emitir luz alguna. La física nos ha familiarizado con el hecho de que toda energía, en especial la radiante –luz, calor, ondas hertzianas- posee masa. Por eso la masa aparece en la teoría de la relatividad como la inercia de una cantidad de energía, esto es, lo que la energía acumula a partir de sí misma cuando su velocidad disminuye. Dicho con extrema simplificación pero gráficamente, la energía rápida sería la radiación y la energía lenta sería la materia.


La “luz”, entonces, ha quedado adentro, en el interior de esa masa “oscura” que comienza a extenderse y a cobrar volumen pero que no llega a ahogar el estallido del origen. Luz y masa, energía y materia, se realimentan, se equilibran, se necesitan mutuamente. Son dos aspectos de lo mismo. La energía de radiación (Aries) necesita lentificarse para conservarse a sí misma. La acumulación de energía o masa que esto produce (Tauro) genera a su vez la atracción gravitatoria que frena el proceso de expansión ilimitada iniciado en el “Big Bang” ariano. Vemos entonces en juego, en estos dos pasos iniciales del Zodíaco, los dos grandes vectores de fuerza que constituyen la expansión y la contracción del universo.
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FUENTES:
"Introducción a la Astrología Esotérica", Seminario de Eugenio Carutti, Buenos Aires, Casa XI, 2001.
"Astrología y Mandala: el Zodíaco como pulso e impregnación”, Seminario de Olga Weyne, Bs.As., Red LunaVenus, 2007.