martes, 3 de mayo de 2016

CARTA NATAL DE LA ARGENTINA (parte dos). COMPARTIENDO CÓDIGOS CON AMIGXS NO ASTRÓLOGXS


MAYO DE 2016. MUCHA "AGUA CORRIÓ BAJO EL PUENTE" EN LA HISTORIA ARGENTINA ENTRE LA CRISIS MAYOR DE SU HISTORIA CONTEMPORÁNEA (2001-2002) Y EL PRESENTE.

HOY ESTAMOS EXPLORANDO, EN EL GRUPO SOLSTICIO 2015, LA CARTA NATAL DE LA ARGENTINA SEGÚN LOS DESAFÍOS Y DATOS DE LA ACTUALIDAD. PERO ES UN PROCESO, UNA CONTINUIDAD... Y SE IMPONE RECORDAR LA MIRADA PROPUESTA EN ESE ENTONCES.

Así mirábamos hace catorce años desde nuestros grupos de exploración: en lo histórico, en lo político y en lo astrológico. 

Como les dije en la parte uno, todo lo que figura en esta segunda parte (y en la tres, que le sigue), fue escrito hace dos septenios atrás... ¡me produjo vértigo volver a leerlo, luego de tantos años! A ver qué opinan, amigxs. A mí me generó varios ataques de deja-vu o "recuerdos del futuro". Con quienes me reúno de manera presencial, ya amplificaremos esta experiencia, que nos dará material para lo que sigue en el presente. Con los demás, ya me comentarán vía fb como siempre lo hacen, que es donde tengo habilitado el diálogo con ustedes (desde los distintos grupos internos que nos mancomunan o desde mi perfil personal) 

Bien, a sumergirnos en el pasado. Aquí va, tal cual.
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LA CRISIS DEL 2001-2002

Transcripción de una secuencia de charlas abiertas (2001-2002).
Copyright (reservados todos los derechos).


Para que la astrología no sea un refugio,
sino un aporte
a las transformaciones que vivimos...

En esta sección transcribimos las dos primeras charlas abiertas del programa que, desde enero y hasta diciembre de 2002, contó con un público de amigos del espacio Red LunaVenus. Dichas reuniones se realizaron en Casa XI el primer sábado de cada mes a lo largo de todo el presente año 2002, de 19 a 21:30 hs.


La intención de este emprendimiento fue, en primer término, participar y hacer un aporte en la difusión e intercomunicación de las distintas redes solidarias que se han conformado en los últimos tiempos en nuestro país, generadas por la crisis que vivimos.


En segundo lugar, tuvieron por finalidad retraducir algunas hipótesis que surgieron en mis cursos de Casa XI, después que dí a conocer un análisis de la Carta Natal de la Argentina el pasado año 2001. Por ejemplo: ¿dónde se esconde o se proyecta la sombra colectiva? ¿Qué lectura de nuestro destino como país nos permite hacer esta crisis económica? ¿Qué proyecciones se pueden hacer hacia el futuro?


Por último -por tratarse de charlas de difusión- el lenguaje usado intentó no ser astrológico salvo en su mínima expresión. Esto sirvió para que pudiéramos invitar a nuestros amigos no astrólogos y compartir con ellos en términos de “todos los días”, parte de lo que acostumbramos simbolizar a través de la astrología. O sea que se trató asimismo de una propuesta didáctica para los alumnos y egresados de Casa XI, ya que aprender a “comunicar sencillo” y a abrir nuestro código al lenguaje cotidiano, es parte ineludible de nuestra tarea profesional.
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LA ARGENTINA QUE SOMOS
PRIMERA CHARLA-DEBATE
Coordina: Olga Weyne

Una mirada sobre la historia argentina y sobre la enorme creatividad de su crisis actual
24 de enero de 2002

Invitan y organizan: "Lobas CXI" (Red LunaVenus)


Antes que nada queremos agradecer tanta concurrencia, que no esperábamos realmente y en función de esto pedir disculpas por las incomodidades de espacio y de temperatura. Tampoco contábamos con que éste sería el día más caluroso de la temporada... Simplemente “ocurrió”... como tantas cosas que pasan en los últimos tiempos.


También queremos decirles que estas charlas son una iniciativa del grupo “Lobas CXI”, un seminario en el que algunas mujeres de Casa XI nos convocamos para hacer un trabajo desde el femenino profundo (1). En un momento dado esta red “lobuna” se amplió y empezamos a colaborar con otras redes solidarias. Así es como estas reuniones tendrán una motivación especial: que lo recaudado por el aporte voluntario de todos ustedes cubra las necesidades de compras de leche para la “Casa de Día Antilco”, un emprendimiento del Dock Sud que ampara a niños y adolescentes de la zona.


En otro seminario que coordino en Casa XI –también llamado “La Argentina que somos”- empezamos a leer la actualidad del país y del mundo a la luz de la astrología. Debido a los sucesos increíbles del 2001, el interés de esa investigación creció. Los asistentes de ambos seminarios armaron en octubre 2001 una reunión parecida a ésta, para leer energéticamente en qué condiciones había quedado el mundo y el país después del estallido de las Torres Gemelas (11 de setiembre 2001). ¡Fue hace sólo cuatro meses, y parece que hubiera transcurrido un siglo!

Luego, los sucesos de la crisis argentina  a partir del mes pasado, diciembre 2001, se sucedieron implacables... Y así surgió la idea de volver a contar con un ámbito donde resignificar tanto cambio abrupto. La intención de esta charla, por lo tanto, y de otras que pensamos hacer una vez por mes en Casa XI, a lo largo de todo el año 2002, es en lo posible sumar algún aporte a este estado de asamblea popular permanente que se abrió a partir del primer “cacerolazo” de los afectados por los bancos que inmovilizaron sus ahorros. Sabemos que algo colectivamente creativo ha comenzado a expresarse en la Argentina. Intentaremos, con esta iniciativa que hoy abrimos, aportar a su sostén y crecimiento, modestamente y desde lo que mejor nos salga. Así como intentaremos conectarnos con tantas otras redes espontáneas y parecidas que en estos momentos se están conformando en el país y en el mundo.


Compartiendo códigos
Nos gusta decir “La Argentina que somos” –usando la primera persona del plural- en principio, para evitar caer en un vicio bastante evidente en nuestro país, que es no incluirnos en las responsabilidades colectivas.


Hoy intentaremos compartir entre todos parte de las hipótesis y de las reflexiones que elaboramos juntos en ese seminario del 2001, posterior al estallido de las Torres Gemelas, pero desde una propuesta que –para los alumnos de este lugar- es todo un desafío. Nos proponemos no hablar “en astrológico” pero sí hablar de esta Argentina que Somos hoy, en plena crisis.

A simple vista puedo notar que la mitad de las personas aquí reunidas no son alumnos de Casa XI. Esta proporción responde a nuestra intención al invitarlos: mostrar que este lugar de estudios y de investigación, que de por sí es un “recorte poblacional” -ya que semanalmente convoca gente de todas las edades, de todas las profesiones, de todas las creencias- también puede sumar a amigos, parejas, hijos, padres... ¿Para qué? Simplemente, para intentar compartir con ellos lo que venimos a hacer acá semana tras semana: aprender un código frecuentemente tan mal comprendido como la astrología.


Sentimos que estos tiempos adolecen del compartir, más bien valoran el pedir y su contrapartida: “que me den”. Pero mientras el “pedir-dar” se transforma en un eje que muchas veces gira sobre sí mismo, sin aumentar ninguna ganancia, el “compartir” aparece como un ejercicio de distribución, que amplía la energía puesta en juego.


En este caso, vamos a intentar compartir un código. No es fácil hacerlo, porque implica abrirse con serenidad a la manera de hablar, de pensar y de simbolizar del “otro”, dejando momentáneamente en suspenso -aunque sea durante unos minutos- nuestro propio punto de vista. Esto no es muy fácil para nadie, pero menos para los argentinos, que siempre tenemos respuestas rápidas y brillantes a flor de boca para rebatir los puntos de vista ajenos.

Hoy queríamos compartir con nuestros amigos y parientes algo que -me consta- intentamos hacer en esta Casa sin ser a veces muy bien comprendidos, quizás por la mala prensa que tiene la palabra astrología. Esta palabra fue bastardeada, fue mal usada, y quedó reducida al lugar de las “mancias” o adivinaciones, o de las prácticas mal llamadas New Age. Como Eugenio Carutti suele decir en clase, quedó al servicio del arquetipo del mago o de la maga. Hoy les queríamos contar que lo que nosotros venimos a hacer acá, a Casa XI, no es nada de eso. Es algo mucho -pero mucho- más difícil y complejo.

Por eso, me voy a permitir unas palabras de introducción de contexto antes de irrumpir en el tema específico que nos convoca y del posterior debate -en lo posible ordenado, esperemos- que nos proponemos abrir entre todos.



La astrología es “mirar ampliado”...

Nosotros creemos que los items básicos y fundantes de la astrología como los sistemas incluyentes, la holografía y el tiempo cíclico pueden ser compartibles y comprensibles en términos no astrológicos (2). Hoy, por lo menos, vamos a intentarlo.


La astrología implica básicamente entender que formamos parte de un sistema, y que éste a su vez está dentro de otros sistemas. Por ejemplo, que el mundo incluye a nuestro país, que éste es un sistema que a su vez incluye a nuestras familias, grupos y redes. Que éstos son mini-sistemas que nos incluyen a nosotros. Y que aunque por lo general no nos demos cuenta -así como nuestro cuerpo incluye diversos órganos que a veces se enferman- así también nosotros incluimos dentro de nuestra psique personajes frecuentemente antagónicos.


Es tan obviamente orgánico y holográfico el enfoque de la astrología, que coincide a la perfección con la mirada de la biología contemporánea. El instrumento de la astrología es parecido al concepto del ADN, dicho esto sin ánimo de precisión científica. Una carta es análoga a una célula, con su interior complejo lleno de esos racimos extraños –que salen dibujados en el mapa genético- y que representan fuerzas que, con el tiempo, se desplegarán a lo largo de toda una vida. Los biólogos ya empiezan a acostumbrarnos a esta metodología, y actualmente no nos sorprende que tomando una micro-partícula de nuestro organismo, una mirada mínimamente entrenada nos diga cómo somos, qué nos falta, y lo que a lo mejor en un momento determinado de la vida nos puede llegar a pasar, si no compensamos eso que nos falta con otra cosa. Esto puede hacerlo un médico o un biólogo que observa nuestras micro-partículas.


Los astrólogos hacemos lo mismo, sólo que en lugar de analizar las células o el ADN de un ser humano individual, analizamos un sistema más incluyente. Describimos el mapa –parecido al “genoma”- de ese individuo pero lo juntamos con su familia, con su país, con el mundo y con el sistema solar en el cual está incluido ese mundo. La micro partícula espacio-temporal que tomamos es la carta natal: ésa es nuestra fórmula y desde allí leemos, proponemos, elaboramos hipótesis. Por eso jamás diríamos –quienes cultivamos este tipo de astrología- “eso va a ocurrir sí o sí”, porque el libre albedrío existe, porque la voluntad existe. De la misma manera, un médico nunca podría decirle a un paciente “indefectiblemente usted va a tener esa enfermedad”, analizando su ADN. Porque si bien la tendencia puede existir –y eso no podrá ser eliminado y es altamente condicionante- la persona puede apelar a su libertad, a su responsabilidad, a su voluntad, para compensarla. La astrología nos muestra el mismo camino, aplica la misma metodología.


Hoy nos proponemos mostrarles uno de esos sistemas que nos incluyen: el país, la Argentina. Y queremos situarnos en el punto de vista de que cada uno de nosotros “somos el país”, y no meramente “estamos dentro” de él. Así como cada una de las células “son nuestro cuerpo”.


La astrología se puede comprender...
...sin ser especialistas en ella


En los tiempos actuales, como decíamos, esta manera de mirar la realidad que nos ofrece la astrología es compartida por la ciencia contemporánea. Mencioné a la biología, pero también podríamos citar a la física cuántica, y a cualquier mirada sistémica acerca de la realidad. O sea que actualmente no estamos tan solos -por suerte- como tiempo atrás sí lo estaba el astrólogo, quien quizás por eso tuvo que refugiarse a veces en cierta impostura de seudo-sabiduría, para hacerse escuchar. Actualmente ya no hace falta porque los astrólogos compartimos cada vez más puntos de vista con otras ciencias o cosmovisiones (en las que incluimos a la psicología, por supuesto). El tema es animarnos a darnos cuenta que las compartimos y a no desanimarnos si no somos comprendidos del todo todavía por algunas personas. Es sabido que las más recientes perspectivas científicas entran lentamente en la cultura de todos los días, incluso en los programas de estudios universitarios. Aunque parezca mentira –y esto ocurre sobre todo en las carreras humanísticas- los estudiantes no tienen la menor idea acerca del estallido en las creencias colectivas que implicaría tomar conciencia, en lo cotidiano, de lo que propone la teoría de la relatividad... ¡y estamos hablando de una teoría elaborada a principios del siglo XX! Lo cierto es que todos funcionamos así en la vida diaria, o sea, que seguimos midiendo la “realidad del mundo” con patrones de la física previa a Eisntein.


Hay otro punto inherente a la astrología y es el tema del tiempo. El tiempo fue mal comprendido en Occidente y –de nuevo- esto no lo dice sólo un astrólogo, esto también ha desvelado desde siempre a los filósofos. Casi nunca se nos ocurre cuestionar este curioso invento humano: un supuesto tiempo que arranca en un punto y que sigue hasta otro “punto final”. Es casi incomprensible que nos hayamos apartado tanto del tiempo realmente lógico, del de la Naturaleza, del tiempo de todos los días, del tiempo del día y de la noche y de las cuatro estaciones. O sea que el tiempo real es cíclico: esto es una obviedad. Nuestro tiempo “inventado”, el que parte del nacimiento y llega hasta el “final” –aterrorizante porque implica entender la muerte como final- es un tiempo fantaseado. Sin embargo, se trata de una creencia fundamental dentro de esta cultura que actualmente se nos cae a pedazos.


Este tipo de astrología que hoy queremos compartir entre todos, nos propone en primer lugar desmontar creencias falsas. No creamos que es algo fácil de hacer: las creencias no son meramente ideas en mi cabeza, que si yo quiero las apago, como hago con el televisor, para seguir con mi vida de todos los días. No es así. Las creencias condicionan nuestra vida, incluso nuestra vida material. La creencia en un tiempo que arranca y que termina fatalmente con eso tan “horrible” como la muerte, constela nuestras vidas a tal punto que aún cuando no estemos pensando en la muerte, vivimos aterrorizados.


Hoy vamos a hablar también de otro mojón astrológico: de eso que hemos dado en llamar la Era de Acuario... Desde hace años se habla de ella en Occidente, pero a veces sólo se la asocia con una ópera rock de los años sesenta. Muy lejos de esto, la Era de Acuario es un hecho astronómico que tiene que ver con el movimiento del eje de la Tierra. Sincrónicamente es un momento crucial de la evolución que -en lo humano- implica abandonar viejas creencias, entre ellas la del tiempo lineal.


La era de Acuario

Los que tenemos edad como para acordarnos de ella también nos acordamos del uso y abuso de la expresión “Era de Acuario” que hizo nuestra generación. La New Age simplificó y banalizó la palabra, la confinó al reducto de lo “light” o de las lecturas de auto-ayuda. Por eso, si algunas personas sonríen escépticas cuando se la menciona, reconozcamos que en muchos casos lo hacen con justa razón.


Sin embargo la Era de Acuario es una realidad muy concreta. Es una realidad astronómica, relativa al movimiento de la tierra alrededor de su eje, además de su rotación y de su traslación. Hay un “bamboleo” del eje de la Tierra que la va alineando y moviendo –con el trasfondo de las estrellas consteladas en grupos- a lo largo de extensos ciclos. Cada fase de ese “bamboleo” -con el trasfondo de un signo- (3) puede durar unos 2.200 años promedio. A ese extenso período lo llamamos una Era.


Estamos en pleno arranque la era de Acuario. ¿Cuándo, exactamente? No vale la pena entrar en esta discusión técnica porque, para nuestras reflexiones aquí, que no pretenden ser de especialistas ¿qué importancia puede tener un año más o un año menos, dentro de una gran fase de 2.200 años? Lo que sí tenemos en claro es la vivencia de estar pasando, colectivamente, a una vibración diferente. Para colmo, esto se está dando junto con el cambio de siglo y de milenio. Y si bien los números 10, 100 o 1000 no indican ciclos planetarios reales –porque el cero es uno de los tantos inventos geniales del hombre para ordenar su vida y clasificar la historia- el hecho es que la “vivencia del fin del milenio” fue muy importante a nivel de impacto colectivo.


Creo que todos coincidiremos con que a partir del 2000, y sobre todo del 2001, todo cambió. No sólo cambió desde lo social, o desde lo que nuestras voluntades pueden hacer o dejar de hacer. También cambió el clima, se aceleraron los movimientos telúricos, o sea, hasta la tierra misma y sus elementos naturales empezaron a mostrar cosas diferentes y “acuarianas”.


La apabullante realidad del símbolo

El estallido de las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001 fue un mojón, fue todo un hito, y válidamente podemos tomarlo como uno de los símbolos más potentes de esta transición hacia la Era de Acuario.


Poder leer un símbolo es algo sumamente eficaz. A los astrólogos nos entrenan para leer simbólicamente y esto quiere decir leer lo que ocurre en un lugar mirando a la vez lo que ocurre en otro lugar, no desde la secuencia lineal causa-efecto. Jung llamaba a esto “sincronicidad”. No abundaremos hoy en una definición más precisa: quedémonos por ahora con la noción de que consiste básicamente en “pescar lo que ocurre” pero en el sistema más amplio, en el que me incluye. Hay una lógica profunda en esto porque –nos dice la física- cuando en un sistema algo vibra “acá”, las ondas expansivas hacen que esa vibración también se sienta “allá”.


El símbolo de los Gemelos es muy antiguo, es uno de los doce símbolos básicos del Zodiaco y tiene que ver con el misterio de la dualidad. Para nosotros, cuando estamos distraídos, la dualidad –o sea lo separativo, el hecho de que una cosa está separada de otra- no nos parece un misterio, más bien nos parece una obviedad. ¿Cómo dudar que yo estoy acá y que él o ella están allá? Sin embargo nuestra percepción se equivoca, porque en lo profundo el nuestro es un estar sistémico, un estar compartido. De la misma manera se equivocaría este dedo si se dijera a sí mismo “¿que tengo que ver con este otro dedo?”


La percepción habitual nos dice cosas como “yo estoy acá/ el otro está allá”, “yo tengo mi lugar/ el otro tiene su lugar” ,“una cosa es arriba / otra cosa es abajo”, “mi patria es ésta / el otro tiene otra patria”, etc. Tras todas estas aparentes y obvias percepciones de la realidad, subyacen patrones de la dualidad.


Cuando estallaron las Torres Gemelas, no sólo los astrólogos sino todas las personas que se dedican a mirar simbólicamente el mundo, dieron un respingo. Los astrólogos aquí presentes saben que estoy hablando de la activación del símbolo de los Gemelos en el cielo, porque en ese momento había una posición planetaria muy precisa en el sistema solar –el sistema que nos incluye a todos- que los resaltaba, así como resaltaba una parte del “genoma” de la carta natal de los EE UU (4).

O sea que cuando “arriba” los Gemelos estaban activados –por lo menos mirados desde nuestro punto de vista terrestre- acá “abajo” el símbolo más monumental relativo a los Gemelos saltaba por los aires. Y ese monumento no había sido erigido en cualquier lugar del mundo. Desde el inconsciente colectivo, su posición en el centro del imperio, en un lugar geográfico que es por sí mismo un icono, conmemoraba el señorío de la dualidad y de la percepción separativa de la realidad.

Es obvio que el 11 de setiembre del 2001 “algo” decisivo ocurrió. Por lo pronto, estalló el símbolo de un mundo que se vive a sí mismo como separado, y esto no le cabe sólo a los EE UU sino a la humanidad en su conjunto. Quizá tras la vibración apocalíptica y colectiva que dejó en todos ese ritual de la muerte podamos encontrar algunas pistas que nos permitan comprender la extraña vivencia de “antes y después” que todos sentimos actualmente. 

En la Argentina, bien lo sabemos y por eso hoy estamos aquí reunidos, también está irrumpiendo algo difícil de procesar. La crisis económica se veía venir en los últimos años, y la crisis política se ahondó, pero no pensamos que traería en diciembre del 2001 acontecimientos tan conmocionantes y duros. No sólo dejó tendales de personas con sus ahorros confiscados sino que incluso produjo violencia física, muertes y movilizaciones de todo tipo entre la población (4 bis).

En función de esto, quisiera delinear tres o cuatro de esas pistas y me gustaría clasificarlas en “lo viejo y lo nuevo”.


Lo viejo – lo nuevo

Estamos navegando indudablemente en un cruce de aguas, por lo tanto “lo viejo” todavía no está confinado al altillo de las cosas en desuso. Todavía lo tenemos en casa, atiborrando nuestros placares y bibliotecas, aunque cada uno de nosotros se diga a veces “tendría que hacer la limpieza, me doy cuenta que este vejestorio ya no me sirve pero... igual no me animo a tirarlo”. ¿A qué me estoy refiriendo? No por cierto a libros, ropa o vajilla. Me estoy refiriendo a creencias, a arraigadas concepciones y lecturas acerca del mundo y de la realidad. Aunque no parezca, las creencias acerca del mundo ocupan en nuestras vidas mucho más espacio que el resto de nuestras pertenencias.


Vamos a enumerar algunas, valiéndonos de una fértil clasificación que hemos incorporado a partir de un programa de posgrado de Casa XI coordinado por Eugenio Carutti desde 1995 a la fecha. (5)


Lo viejo:


a-La Necesidad del enemigo

Es duro, pero es así: desde lejos en la historia del hombre –tan antiguo que nos parece inmemorial- nos hemos definido en función del enemigo. O sea que fui yo misma, crecí y aprendí mi nombre y mi lugar en la vida, en función de que alguien me protegió de lo malo del “afuera”. Así obtuve mi identidad.


Pero ocurre que esta cualidad protectiva -que es en sí misma un talento de todas las especies, y que propende a la vida- se enfatizó a tal punto en la especie humana, que incluso lo que llamamos una nación, un país, una cultura, sólo acepta ser tal si se define de esta manera.


Reflexionemos: ¿cómo nace un país? Por regla general nace por un acuerdo colectivo. En el caso de la Argentina lo situamos por primera vez el 9 de julio de 1816. ¿Qué recordamos del nacimiento de nuestro país? ¿Qué recuerda cualquier persona del mundo si se le pregunta por el nacimiento de su país? Pues que generalmente fue un evento que tuvo lugar después de una guerra, y que fue la afirmación de derechos frente a algún invasor furiosa y valientemente expulsado, etc., etc.


Alguno dirá “pero esto parece tan obvio como la ley de gravedad... por lo tanto, ¿no será que así somos los humanos?”. Puede ser... Pero si es así, en todo caso este condicionamiento se ha transformado en un techo opresivo y asfixiante.

En un sistema incluido en –y que a su vez incluye a- otros sistemas, cada parte mira la totalidad de acuerdo a su lugar funcional dentro de ella y ninguna mirada es “la mirada total”. Desde la que aquí les proponemos –a manera de hipótesis para discutir- nos animamos a sostener que esto que hoy nos ocurre no es el techo inevitable de la naturaleza profunda de lo humano.


Quizás corresponda a un nivel de lo humano, el nivel de lo humano “mamífero-inteligente”, y en este sentido sí es posible que se trate de un límite al cual hemos llegado. Como mamíferos conservamos memorias ancestrales de necesidad de defensa del “afuera” y de preservación del “adentro”. De otra manera nuestra especie se hubiera extinguido prontamente. Pero eso no ocurrió: no sólo no nos hemos extinguido sino que hoy por hoy somos un riesgo para nosotros mismos –ni qué hablar para las otras especies- en cuanto nos seguimos reproduciendo con pautas de protección irreductible de la cueva, aunque ésta tenga la forma de una empresa o de un imperio monopólico. Esa fiereza fue necesaria y comprensible para el Homo Sapiens, que vivía rodeado de depredadores; pero se le ha vuelto en contra al ser humano actual, porque lo ha transformado a él mismo en el Depredador Universal.


Esta creencia en la “necesidad del enemigo”, quizá tengamos que llevarla al altillo en algún momento no muy lejano. Pero entre tanto, hemos de saber que sobrevive muy oronda entre la ropa de nuestros placards, entre los libros y papeles de nuestras repisas, entre todos los útiles y enseres polvorientos que no nos animamos todavía a desechar.


b- Adentro vs. afuera


Esta es otra creencia ligada a nuestra vieja condición de mamíferos gestados en un vientre. Como tales, querríamos eternizar inconscientemente ese “adentro” porque fue nuestro paraíso antes de nacer, el lugar donde todo lo que necesitábamos estaba cubierto. Nos cuesta comprender que el “otro” –ése al que vemos “afuera”- también se gestó en un vientre y que habla de él como de lo mejor del mundo y de su propio afuera como de algo desconocido y peligroso. Y como yo estoy en su afuera, probablemente verá en mí a su enemigo cuando las cosas se pongan extremas. Como yo hago con él.


La creencia en que mi “adentro” no es ni remotamente equivalente al peligroso y desconocido “afuera”, equivale a la dualidad entre “lo mío vs. lo del otro”. Es tan arraigada todavía esta creencia... que ninguno entre nosotros podría animarse a decir, honestamente, que hoy aprendió a poner en pie de igualdad “lo mío y lo no mío”.


c-La idealización suprema

Esta es una creencia también vetustamente vigente. No nos cuestionamos demasiado por qué vivimos anhelando el amor eterno, el poder sobre todos, el triunfo total, la paz definitiva. “Una vez que llegue allí... allí me quedaré”. Se trata del anhelo de “lo absoluto”.

Esta es una creencia que constela nuestras vidas como pocas, porque sabemos perfectamente que tal cosa –tal utopía- no ocurrirá y sin embargo alimentamos ese anhelo. Y cuando no ocurre... fue porque “algún otro tuvo la culpa”, o porque algo de ese afuera que no nos tuvo en cuenta lo impidió. Es una creencia que hace mucho estamos reconociendo como vieja y, sin embargo, todavía se las ingenia para permanecer vigente.


d- La necesidad de un tótem-salvador

De las viejas creencias vigentes, ésta quizás es una de las más peligrosas, por lo menos en la Argentina. Es casi como el fantasma en el desván, ése que hace ruidos aterrorizantes durante la noche.


Tiene que ver con la manera como hemos concebido al líder. No como alguien que ejerce una función dentro del sistema –la de conferirle un centro- sino como alguien que se hará cargo de lograr ese absoluto, esa idealización suprema que los demás y él mismo anhelan. Alguien que se identificará con su supuesta capacidad para satisfacer ese logro para sí y para los demás. Pero como obviamente no lo conseguirá... ¿cuál fue, es y seguirá siendo el destino inevitable de todo Tótem o de todo Salvador, en un momento dado? La inevitable caída... Antes, incluso, era devorado literalmente por la tribu una vez que caía... Actualmente ese canibalismo ha quedado disfrazado tras la crueldad ejercida contra cada poderoso que cae, proporcional a la que él mismo había ejercido sobre los demás. Como podemos ver, se trata de una creencia muy vieja, pero muy vigente. Aterrorizadoramente vigente.



Lo nuevo

Pero lo nuevo coexiste con lo anterior, y aunque a veces se contamina, resuena cada vez más en nuestro inconsciente. Crecientemente compartimos impresiones de este tipo, a tal punto que es imposible ignorar que algo “nuevo” está pugnando por irrumpir. Quizá por el momento tengan sólo la forma de contra-creencias, modos inconscientes de lo vincular a los que queremos decirles “basta”, o sea, de algo viejo pero que ya empieza a mostrar una nueva cara. Por ejemplo:


a- Basta de “dame, dame...”

Esta es una letanía muy conocida, muy ligada al adentro y al afuera, a nuestra cualidad de mamíferos o de pichones en el nido, a nuestros miedos originarios. Se origina en el pedido espontáneo -“dame...”- que implica el derecho a la vida por parte del bebé o del niño. Es desde aquí un pedido totalmente legítimo, por lo tanto, cuando lo expresan nuestros hijos o las criaturas vulnerables del mundo.


Pero el hecho es que el “dame, dame...” contamina nuestras vidas de adultos y nos deja irremediablemente aniñados cuando lo seguimos ejercitando fuera de tiempo y lugar. Y así empiezan los pactos y trueques oscuros: “dame... porque sólo si me das, yo te doy”. Existe el imperativo necesario del cuidado de lo indefenso, de lo que necesita que le demos alimento y protección -como los niños, los ancianos, los enfermos, o los adultos vulnerables de la tribu depredados por los abusos económicos y físicos de los apropiadores, o los animales tomados como esclavos a nuestra merced. Pero en cualquier momento esa necesidad auténtica de proteger, cuidar y dar sin condiciones, corre el riesgo de transformarse en otra cosa: en un modo vincular que nos agota cuando lo concedemos a seres que tendrían que comportarse como adultos crecidos. O cuando lo exigimos para nosotros mismos así porque sí. Empieza a ser un petitorio irreal, una fantasía de que siempre habrá alguien que satisfaga mi anhelo de totalidad, que siempre escuchará mis demandas absolutas. Y por lo tanto, como son absolutas, nunca las satisfará. De esta manera, indefectiblemente, en cuanto descubro que “no me das”, te transformarás en mi enemigo.


Sobra decir cuánto de esto se reproduce actualmente en nuestras relaciones políticas y sociales, así como en nuestras vidas cotidianas. ¿Qué es lo nuevo que asoma tras el agotamiento de esta vieja manera? Para los adultos que no estamos por debajo de la línea de la pobreza o la indigencia, o no somos aún ancianos impedidos, o no estamos lisiados o enfermos... lo nuevo es ser auténticamente padres responsables y no “padres-niños”, ser realmente ancianos sabios y no “ancianos-adolescentes”, ser pareja o cónyuge complementario del otro, y no su carcelero o su víctima. En síntesis, asoma la necesidad de aprender el auto-sostén material, emocional y mental que requiere un adulto maduro porque –aunque reconocer esto sea un golpe al ego para muchos de nosotros- todavía no hay muchos adultos maduros en nuestra sociedad.


b- Basta de “fue el otro... yo no fui”

Muy ligado a la necesidad del enemigo –inherente a esta creencia- es la que nos dice que el otro siempre tuvo, tiene y tendrá la culpa. Y que lo oscuro, lo temido, lo erróneo... siempre estará “afuera”.

El Siglo XX tiene un mojón de arranque indudable en el año 1900 porque en ese año Sigmund Freud publicó su libro “La interpretación de los sueños”. De allí en más, los contenidos oscuros del inconsciente pudieron empezar a tener su escenario de explicitación, y con el tiempo transcurrido ya nos resultan teóricamente familiares nociones como auto-destrucción, boicot, resistencia, celos, envidia... Esas emociones inmanejables y frecuentemente “proyectadas” en el otro, en el afuera, han pasado a tener la posibilidad de ser comprendidas como rasgos sombríos personales.


O sea que a partir de Freud y luego con Carl G. Jung –más todos sus seguidores- hemos tenido cada vez menos excusas para levantar el dedo índice acusador contra “el otro”. Sin embargo, la tentación de proyectar en el otro mis propias oscuridades inmanejables sigue siendo un modo tan, pero tan inercial de lo humano... que parece imposible de conjurar.


Por supuesto, sabemos que la cuestión no es objetivar si el otro fue o no fue el que generó determinada situación -objetivación necesaria e ineludible aunque tan difícil de realizar- sino registrar la necesidad que tengo de protegerme en esta creencia para así construir un enemigo. Y así por lo tanto evitar ejercer otras funciones, mucho más creativas, de adulto crecido.


Pero claro: transgredir tales rasgos –arquetípicos, diría Jung- implica animarse a arriesgar... ¿Qué pasa si educo a mis hijos en estas nuevas creencias tan a contrapelo de lo que el medio social les muestra? Puedo equivocarme, puedo fracasar... Peor aún, puedo dejarlos a ellos sin herramientas para "defenderse en este mundo tan hostil y oscuro".


Quizá la cuestión sea: ¿Y si fracaso en el primer intento, qué...? Puedo volver a intentarlo. Porque si no aprendo profundamente el diseño a partir del fracaso...¿desde dónde he de aprender?


Que “el otro” no es el primer motor de nuestra penuria personal, es una creencia que nos cuesta erradicar. Este tema nos compete, como pocos, a los argentinos del presente de este 2002 aciago. No nos animamos a mirar qué pasó, primero en nuestro ombligo, y a partir de allí a arriesgar nuevas modalidades. No nos animamos por un temor narcisista a la caída de nuestra auto-estima, y entonces quedamos presos de ese doble vínculo que inevitablemente nos lleva a fracasar. Simplemente por no querer mirar lo que nos muestra el espejo.


Pero empieza a haber en nuestra sociedad un hartazgo evidente de estas infantiles creencias. En la Plaza de Mayo se cantaba el otro día, satíricamente, “Yo no lo voté... yo no lo voté” obviamente en alusión a Menem o luego a De la Rúa pero, con un doble sentido interesante. Sabemos perfectamente a qué se refiere el cantito: no es tampoco una acusación al partido de “la oposición”. Es una evidencia crecientemente compartida. Una lúcida autocrítica colectiva que por lo menos entre algunas personas de nuestra comunidad –lentamente- se va abriendo paso por contraposición a una modalidad evasiva y negadora que antes se solía reflejar cínicamente en la frase: “yo... argentino”. ¿Prosperará esta semilla de autocrítica colectiva, dará una planta con futuros frutos? Aún no lo sabemos.


c- Conciencia de “mutación”

Mutación, masa crítica, salto cualitativo, son también conceptos de la biología y de la física cuántica. Extendidos a la conciencia de lo humano, nos sirven para leer mucho de los tiempos que corren.


Si bien hubo muchas correcciones y actualizaciones a la teoría darwiniana, todavía es válida esta descripción: en un momento determinado en toda especie, algún individuo de la misma se empieza a comportar raro, diferente, a veces hasta nace con alguna “deformidad” en sus órganos vitales. Es porque apareció un “mutante”.

Cuando un mutante aparece aislado, será visto como el raro, el loco, el diferente. Y prontamente será el exiliado. Pero... ¿qué pasa cuando varios mutantes empiezan a manifestar estas rarezas dentro de una especie, de un clan, de una cultura?


Últimamente son muchos los raros... no creo que quepa discusión alguna. Es más, yo me animaría a decir que los que estamos aquí presentes somos todos mutantes o por lo menos “pichones de mutantes”. Sino, no estaríamos apretados acá, en esta noche de calor de enero del 2002, escuchando estas cosas.


Me animaría a decir que la Argentina, como algunos otros lugares del mundo –es otra hipótesis- está llena de raros, está llena de mutantes. El tema es que no resulta fácil serlo, porque las viejas creencias que recién describimos –que nos dicen “los mutantes ... ¡afuera!... porque son lo desconocido”- presionan para que no comprendamos lo que nos ocurre. Sin embargo, como nos enseña la biología, la evolución es imparable.


Hay algo que es preciso tener en cuenta: no hará falta que toda la humanidad mute para que cada uno a su vez lo haga. A esto se le llama “masa critica”: con una cantidad determinada de mutantes, se empieza a verificar el salto cualitativo. Esto es otra hipótesis muy personal, pero yo creo que ya andamos cerca de dicha masa critica, si lo que medimos es un salto en la conciencia. Por cada uno de nosotros que “pegue el salto”, el resto lo hará cada vez mas rápidamente. No estoy diciendo nada novedoso; cada uno de nosotros ha constatado esto en su familia, en su pareja, en su lugar de trabajo. Cuando hay en nosotros un irradiar diferente, no por la palabra o por el adoctrinamiento sino por una transformación genuina de nuestras creencias, simplemente nos empezamos a vincular diferente sin proponérnoslo. Y algo en el entorno empieza a cambiar. Esta es una ley biológica y, por lo tanto, describe un fenómeno incluido en el orden que estudia o lee la astrología.


d- Vivencia del tiempo cíclico

El tiempo cíclico es el tiempo “real”, es el del día y la noche, el de las estaciones. Tiene una cualidad que se entronca con la vida, no con la imaginación humana acerca de los procesos.


El tiempo -cuando es real- tiene fases y ellas son vividas de diferente manera por nuestra conciencia. Algunas de estas fases nos parecen lentísimas, mientras que otras son percibidas como de mucha aceleración. Es como la vivencia corporal que tenemos del invierno o del verano: “sentimos” diferente el paso del tiempo según sea la estación. A veces esta percepción es meramente individual, a veces es colectiva.


En estos últimos días en la Argentina –entre diciembre de 2001 y enero de 2002- es obvio que hemos compartido, como entidad colectiva, una fase de increíble aceleración. ¿Podemos concebir que hace cinco semanas todavía estaba en el poder el anterior gobierno? Todo el mundo se dice... “¡parece mentira... no hace siquiera un mes que se fueron De la Rúa y Cavallo!”. O sea que para nuestros parámetros habituales de medición del tiempo, todo esto es muy “loco”, porque pasaron tantas cosas que nos parece un siglo. Estamos compartiendo un fenómeno a nivel colectivo que es la aceleración del tiempo subjetivo.


Por lo tanto, aunque a veces nos descorazonamos suponiendo que los cambios serán muy lentos, hemos de saber que el tiempo de las transformaciones decisivas se acelera. Y aunque el tiempo cíclico real nos diga –por ejemplo- que quizá hasta el 2008 no empezará para la Argentina un nuevo ciclo (6), desde la vivencia social compartida no iremos paso a paso, iremos aceleradamente, porque no estamos viviendo el tiempo en progresión aritmética sino en progresión geométrica. De nuevo, esto no es sólo una propuesta de la astrología, esto es un hecho matemático: así se perciben los cambios cuando se verifica un salto cualitativo.


e- Todo lugar es el lugar

Algo volvió a hacerse presente, muy dolorosamente, en la Argentina. Igual que en 1989: las colas ante las embajadas y consulados se hicieron multitudinarias durante estos meses críticos. Algunos de los nuestros, los jóvenes sobre todo, buscan “el lugar adecuado” porque parece indudable que éste, el que los vio nacer, no les da lo que piden o necesitan.


Ello está ligado básicamente a la creencia en el “adentro y al afuera”, así como al “dame, dame...”. Por supuesto que en el caso de los jóvenes –aún en edad de pedir con todo derecho algo que no se les ha dado- esta demanda parece legítima. Pero... ¿y en cuanto al resto, a los adultos? Es duro decirlo así, pero esto parece ligado a la vieja creencia de que adentro es diferente de afuera. Me voy de este lugar que imaginé que era un adentro protector porque ahora ya “no me da...”. Y me dedico a buscar otro interior protegido en otro lugar, donde “me den...”.


Sin querer emitir juicios injustos sobre los que están tomando tan duras decisiones... todos conocemos lo que pasa en el resto del mundo... ¿No será una quimera suponer que un lugar “me dará” lo que aquí “no se me dio”? ¿No le faltará una parte a esta ecuación?... por ejemplo –en el caso de los adultos- qué es lo que yo no di o no aprendí a dar? Por lo menos, de manera inteligente y madura.

Bueno: continuaremos con la segunda parte (los núcleos o áreas de la Carta de la Argentina que Somos).
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Notas:
(1) Para este trabajo nos basamos en el libro de Clarissa Pinkola Estés “Mujeres que corren con los lobos”, Ed B.S.A, Barcelona, 2000.

(2) Dicho en términos sencillos y sólo para entender nuestra analogía: lo holográfico es un principio físico que nos informa que las leyes , el orden, las proporciones que regulan una parte de un sistema, son equivalente o análogas a las que regulan la totalidad del mismo.
Para profundizar en esta cosmovisión-puente de la Era de Acuario, cfr e/o
Ken Wilber (editor). 1988. Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Editorial Kairos. Barcelona, España.

(3) Es obvio que el contexto de esta charla es de difusión, como se anunció al principio. No vamos por lo tanto a hablar aquí del Punto Vernal ni del movimiento de precesión terrestre. Tampoco diferenciaremos signo de constelación –ya que descartamos que todo astrólogo conoce la diferencia- ni abundaremos en términos técnicos acerca de las Eras y los ciclos. 

(3 bis. Nota actualizada 2016) 
Para quien quiera profundizar este tema: oweyne.blogspot.com.ar/2011/01/el-zodiaco.html

(4) (Sólo para los astrólogos presentes: nos estamos refiriendo, obviamente, a la oposición Saturno-Plutón en el eje Géminis-Sagitario, tocando en estos momentos -2001/2002- el eje principal de la carta de los EE UU).

(4 bis. Nota actualizada 2016) 
Recordemos que esta charla se dio el  24 de enero del 2002, a pocos días del famoso 19 de diciembre del 2001 en que se generalizó la revuelta, luego del famoso "corralito" del ministro Domingo Cavallo que inmovilizó los ahorros bancarios de los medianos y pequeños ahorristas. 
Fue la gota que derramó el vaso (puesto que la crisis económica se venía profundizando de manera terminal desde años previos). Generó el primer "cacerolazo" -nada que ver con los episodios de las clases medias porteñas acomodadas en contra del gobierno kirchnerista, que meramente tomaron el nombre de ese famoso primer movimiento también llamado "argentinazo". 

Estas protestas fueron auto-convocadas y no respondían a ningún partido, sindicato ni organización social. Hubo mucha represión, murieron 39 personas, entre ellas 9 menores (asesinadas por las fuerzas policiales y de seguridad). Esto fue el resultado trágico del decreto de estado de sitio de De la Rúa que motivó su renuncia al día siguiente, 20 de diciembre (con su tristemente famosa huida en helicóptero). Durante los siguientes 12 días se produjo una severa inestabilidad institucional que llevó a la renuncia de su sucesor Adolfo Rodriguez Saa. Y como bien sabemos, durante dos años más la Argentina vivió en vilo y en default. Este sí fue un real y verdadero default. 

Diciembre fue por lo tanto un mes de saqueos, estado de sitio y cacerolazos. Entre la salida de De la Rúa el 21 de diciembre y el nombramiento de Duhalde el 2 de enero 2002, hubo tres presidentes más: Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Camaño. 

El 2 de enero de 2002 Duhalde fue elegido por la Asamblea Legislativa en medio del caos en las calles de Buenos Aires quien de inmediato anuló la convertibilidad peso-dólar.

Pues bien: nuestra charla se dio el 24 de enero, entre esa parte de la crisis y la que aún faltaba sobrevenir (con las muertes de Kosteky y Santillan, el 26 de junio del 2002, y el intento de Clarín de ocultar que habían sido asesinados por la policía bonaerense). 

El estado de angustia colectiva era de tal magnitud, que nuestros parientes y amigos pidieron una reunión para ver si "nosotras que sabíamos astrología", podíamos dar alguna visión más amplia y menos catastrófica de lo que estaba ocurriendo. "Nosotras" éramos el grupo de mujeres de la Red LunaVenus, espacio recién inaugurado y que aún funcionaba dentro de Casa XI, como antes mencioné. Dijimos que sí con cierta inconsciencia, porque el público desbordó el aula grande de arriba (más de 100 personas) y venían con expectativas diversas, muchos de ellos esperando alguna especie de "predicción" que los calmara. No fue una situación fácil ni tranquila, pero Júpiter estuvo de nuestro lado. No dejo de agradecer a "las lobas 2001", esa generación fundadora de nuestro emprendimiento, por la manera espontánea como nos distribuimos la tarea. Mientras yo daba la charla, el resto de las lobas calmaban a algunas personas desbordadas emocionalmente, otras organizaban el espacio que nos quedaba totalmente chico, en un día de calor máximo. Otras pasaban la gorra para el aporte solidario que habíamos prometido al comedor Antilco de Dock Sud, otras repartían bebidas y algo de comida. Otras colaboraban en el debate posterior a mi ponencia, para que las preguntas no derivaran en temas demasiado angustiantes y que yo no pudiera contener. 

Siempre recordaremos esa primera charla (hubo luego otras) y por cierto que Júpiter nos llevó de la mano. También agradeceré por siempre que alguna otra de las lobas la hubiera grabado así luego la transcribimos y nos quedó este potente testimonio, que hoy en mayo 2016 venimos a resignificar.

(5) Eugenio Carutti: “La matriz de los arquetipos” (hay material desgrabado en Publicaciones de Casa XI). Programa de exploración arquetípica, iniciado primero de manera experimental con el equipo docente (1993-94). A partir del año 1995 hasta la fecha (2002) forma parte de la propuesta de CXI.

(6) En alguna reunión próxima hablaremos de ciclos en la historia argentina, pasados y futuros, tal como los lee la astrología. En el 2008 empieza uno de ellos, que arrancó en 1978 (ver nota de O.W. en Revista de Casa XI, en www.casaonce.com).

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Continúa en:
PARTE TRES. Propuesta de "núcleos" o áreas de significación